VÍDEOS..., MÚSICA..., RELATS PERSONALS..., I PRINCIPALMENT... LLIBRES

dilluns, 19 de setembre del 2016

Entrevista a ILDEFONSO FALCONES en LA VOZ DE GALICIA




BARCELONA / E. LA VOZ 19/09/2016 07:42

Diez años después de la publicación de La catedral del mar, el abogado y escritor Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) regresa con la segunda parte de una novela que le procuró más de seis millones de ejemplares vendidos y sustanciosos ingresos económicos. Acabó envuelto hace unos meses en un caso de acusaciones de fraude a Hacienda, aunque los argumentos del fiscal no convencieron al juez, que archivó la causa. Los herederos de la tierra(Grijalbo), presentada hace unos días en Barcelona en medio de un ostentoso despliegue editorial (y con una tirada inicial de 400.000 copias), sigue la historia del best seller recreando la Barcelona medieval de la mano de un nuevo protagonista: Hugo Llor, el hijo huérfano de un marinero.

- «Los herederos de la tierra» arranca en 1387, tres años después de donde finaliza «La catedral del mar». Si bien esta última exploraba el barrio de la Ribera, la localización ahora se centra en el Raval. ¿Por qué?

- Por la propia historia. Esa época es cuando se está cercando el barrio del Raval con la nueva muralla y cuando se terminan de construir las atarazanas [instalaciones donde se fabricaban embarcaciones]. En 1401 se levantó en este barrio el Hospital de la Santa Creu. Es decir, la vida de Barcelona en aquel momento, desde el punto de vista urbanístico, se traslada al Raval, que sigue siendo un barrio muy humilde.

- ¿Qué papel jugó el Raval en el crecimiento de la Barcelona de aquella época?

- Poco. Todo esto se hizo porque se creía que la gente no cabría en Barcelona -la ciudad tenía 40.000 habitantes y se consideraba ya superpoblada-. Después llegó la peste, que diezmó la población. Aunque se urbanizó el barrio del Raval, gran parte de él eran huertos y viñas, algo que permaneció hasta el siglo XVIII. El que se construyera en este barrio el Hospital de la Santa Creu -el primer gran hospital de Europa- se debió a que el rey Pedro III prohibió a las grandes instituciones construir dentro de Barcelona, por eso se fue al Raval. Este hospital juega un papel especial en Los herederos de la tierra porque el protagonista es corredor de vinos y, en un momento determinado, se dedica a la elaboración del vino destinado al hospital.

Este protagonista no es ya Arnau Estanyol, sino Hugo Llor. ¿Por qué deja de lado a Arnau?

- Arnau Estanyol se queda en La catedral del mar con sesenta y tantos años. No tenía mucho juego ya desde el punto de vista literario. Al querer hacer una novela histórica que tratara temas de una época, Arnau no podía continuar, necesitaba a una persona joven.
- Hugo Llor llega a trabajar en viñedos y años después se convierte en corredor de vino. ¿A qué se debe que el mundo del vino esté tan presente en esta novela? 
- Primero porque a los personajes hay que dotarlos de un medio de vida. Tienen que hacer algo. Y a mí el mundo del vino me apasiona. Además, en esa época había muchas viñas en Barcelona. El cultivo del vino era imprescindible porque la gente bebía vino, no agua. A los enfermos se les procuraba vino en la comida; a los soldados igual. El agua podía estar infectada. Y, en última instancia, el mundo del vino me permitió, en una época en que nadie viajaba, desplazar al personaje por otras zonas de España.
- Hugo soñaba de niño con ser constructor de barcos. ¿Cuál era la importancia que jugaba el mar en la Barcelona medieval? 
- Mucha. Todas las grandes ciudades de la época eran ciudades marítimas: Génova, Pisa, Venecia. El gran comercio se efectuaba por mar, no por rutas terrestres, los terrenos se conquistaban también por mar. Barcelona tenía consulados a lo largo de toda la costa mediterránea. El mar era por un lado el que procuraba las posibilidades de comercio y por otro las batallas contra Génova por ejemplo -con la que estábamos constantemente en guerra-, la conquista de Sicilia, Nápoles. El mar fue la vía por la que Barcelona se construyó al mundo y se hizo rica.
- Esa Barcelona de finales del siglo XIV era próspera. 
- Así es. Era un buen momento para Barcelona y Cataluña. Sin embargo, Barcelona empieza a notar ya la decadencia. Como recoge Los herederos de la tierra, en esa época se produce el Compromiso de Caspe y entra un rey castellano en la Corte de Barcelona, el Infante Fernando de Antequera [Fernando I de Aragón]. Es decir, cambia por completo la dinastía. La corte se castellaniza. Y yo creo que Cataluña empieza a perder peso, y Barcelona con ella. Hubo una crisis demográfica, los burgueses que antes habían impulsado el comercio ahora se convierten en rentistas, intentan emular a los grandes nobles -compran tierras en lugar de mercadear-. Se produce una confrontación entre el patriciado burgués y los menestrales. En fin, todo empieza a degenerar un poco. A mediados del siglo XV, el rey Alfonso V [hijo de Fernando de Antequera] se va a vivir a Nápoles y tarda 30 años en volver a la Corona de Aragón. Todo eso llevó a un principio de decadencia en Barcelona.
- ¿Podría decirse que con Fernando de Antequera se produjo una «castellanización» de Catalunya? 

- Sí. Él era un rey castellano que no sabía catalán. Los nobles que lo acompañaban eran castellanos y tampoco sabían catalán. Hasta ese momento los idiomas oficiales en Cataluña eran el latín y el catalán; el castellano no existía, era un idioma extranjero. Esto sentó mal a los nobles catalanes. Eso sí, la llegada de un rey castellano benefició a los ricos y perjudicó mucho a los pobres.
- ¿Por qué? 
- Porque los reyes catalanes, de la casa condal de Barcelona, habían apostado por los campesinos como contrapeso al poder de los nobles. Así que todos estos nobles y burgueses creyeron -y lo consiguieron- que votando a un rey castellano podrían pactar con él. Así fue. El rey dictó leyes muy perjudiciales para los campesinos